¿Y ahora qué?

13 May

El Adolfo Suárez despedía la temporada 2012/2013 con un clásico ante la Gimnástica Segoviana en el que, como escribían este lunes mis compañeros Alberto Sánchez, en las páginas de Diario de Ávila, y Ángel Alameda, en www.deportesavila.com, el conjunto encarnado ni siquiera compadeció, con un bagaje de un solo tiro a puerta en el descuento que lo dice todo. El choque podría resumirse con aquella célebre frase del golpe de Estado perpetrado por el coronel Tejero el 21 de febrero de 1981, que trasladada a lo que nos ocupa en estas líneas rezaría aquello de que el Ávila «ni está, ni se le espera».

He de reconocer que tras haber visto más de veinte derbis entre los jugados en la capital amurallada y la ciudad del Acueducto, éste fue el peor. Probablemente incluso fue uno de los peores encuentros que he visto a los encarnados tras más de 20 años al pie del cañón. El Ávila desaprovechó la oportunidad de dejar un buen sabor de boca a su parroquia, tras una mala temporada, con una victoria ante su eterno rival, que además le hubiera complicado su clasificación para la fase de play off de ascenso a la Segunda División B.

Clásico 12-13

El ambiente en la vetusta grada del municipal abulense fue frío, como si estuviéramos en enero, como si no fuera un clásico lo que se estaba disputando. No hubo ambiente. No hubo cánticos. No hubo voces. No hubo protestas. No hubo reproches. Como esa madre que cansada de luchar por su hijo drogadicto acaba comprándole las dosis para calmar su ansiedad, los aficionados abulenses se han resignado.

Conscientes de la situación del club, la cual intuyen, pues ésta no se explica como es debido desde la directiva, el miedo se ha apoderado de ellos. Otra temporada, la pitada y pañolada al final del choque, no solo por este partido sino por la campaña entera, hubiera sido de las de portada de periódico, pues, con o sin dinero, con jugadores de aquí o de allí, el Real Ávila no puede finalizar en la zona media de la clasificación del grupo VIII de la Tercera División.

Sin embargo, el miedo a que “éste sea el último partido” se ha traducido durante las últimas campañas en falta de crítica, de exigencia, de objetivos, pues la desaparición supondría la pérdida de un ser querido para muchos de nosotros, alguien con quién hemos reído, con quien hemos llorado, con quien hemos vivido, y no queremos ser nosotros, los fieles, los de siempre, los que no hemos abandonado el barco a pesar de la marejada, los que demos la puntilla.

Se abre durante este mes un periodo donde el único objetivo debe ser la planificación de la próxima temporada, la de la ilusión, la del 90 aniversario, la de la fusión del equipo con la ciudad, y, por qué no, la del ascenso, donde la transparencia debe ser la única norma que rija este proceso si el Ávila no quiere ver cómo hasta los incondicionales doblamos la rodilla.

Durante los próximos días, la directiva debe evaluar a los técnicos; los técnicos deben evaluar a los jugadores; y los socios deben evaluar a la directiva, porque, que nadie se olvide, con o sin S.A.D., el fútbol es de los aficionados.

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